domingo, 9 de diciembre de 2012

Observar la lluvia, el ser más fascinante de la tierra. Escuchar los truenos, los ladridos, los goteos, la brisa, los golpes. Mirar los rayos, el cielo, la gente y los animales corriendo, los árboles girando, las hojas volando. Sentir tu cama mojada, salpicaduras en los brazos, en las piernas, en las mejillas. Pensar en qué estará pasando en los edificios del centro, mi papá ¿Por qué llorás? Sé que no te cuidamos muy bien. Nos castigás, es así. Lo merecemos, merecemos ser castigados por tales cosas horrendas, por la mierda que día a día le hacemos a nuestra tierra, a nuestra madre. No comprendemos que día a día pisamos y vivimos en vos, que te hacemos la vida imposible y que sin embargo nos aguantás (con tus defectos, hechos por nosotros, claro). Yo siempre me pregunto cómo hacés. Digo, ¿cómo hacés para soportar cada una de las cosas que te hacemos? Yo hubiese explotado hace años; no me sorprendería que eso pasara algún día. Todo tiene sentido una vez que lo pensás. Las tormentas, las catástrofes naturales. La gente todavía no lo entiende. Lo peor es que después de todo lo que pasa hacen como si nada y vuelven a sus vidas normales, no se dan cuenta de que todo eso sucedió porque algo anda mal. Ordenen, limpien, ayuden, planten, organicen su puta vida y traten de no contaminar a los demás. Sí, yo intento día a día regalarle algo a mi tierra, no tirar basura en la calle, limpiar las cosas que hasta no son mías pero que me da bronca ver. Me gusta todos los días aprender y darme cuenta de la clase personas en la que nos estamos convirtiendo. Igualmente, estoy viendo que hay cada vez más gente que intenta ayudar, que propone ayudar. Propongamos ayudar, proponete cambiar. Está bueno.

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