martes, 26 de junio de 2012

Vivir en utopía.

Todo el mundo tiene utopías, estamos llenos de ellas. Nunca está de más tenerlas. Nunca está de más tener anhelo a los mundos ideales y perfectos. Se dice que la utopía tiene muchas funciones; una de ellas es la función orientadora. Las utopías consiste, básicamente, en la descripción de una sociedad imaginaria y perfecta. Y, aunque para muchos pensadores la realización completa de este sistema sea imposible, algunos de los procedimientos que se describen pueden aplicarse a posibles reformas y orientar la tarea organizadora de los políticos. También tiene una función valorativa, a menudo se reflejan en ellas los sueños e inquietudes de la sociedad en la que el autor vive, por esto, para muchos de ellos, las utopías no sirven tanto para construir mundos ideales como para comprender mejor el mundo en el que vivimos. Otra función es la función crítica. la utopía está construida a partir de elementos del presente, ya sea para evitarlos o para potenciarlos. Por eso, supone una sutil pero eficaz crítica contra las injusticias y desigualdades evidentes tras la comparación. Consideramos que la sociedad utópica es un disparate irrealizable, nos presenta el desafío de explicar por qué no tenemos al menos sus virtudes. Y por último la función esperanzadora. Dicen que el ser humano es esencialmente un ser utópico. Por un lado, la necesidad de imaginar mundos mejores es exclusiva de la especie humana y, por otro, esta necesidad se presenta de forma inevitable. El hecho de ser libres, de poder soñar con lugares mejores que el que nos rodea y de poder actuar en la dirección de estos deseos está íntimamente conectado con nuestra naturaleza utópica. Por horrible, desigual, asqueroso y siniestro que sea nuestro entorno, siempre vamos a hallar la posibilidad de de imaginar y construir uno mejor.

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